El comercio internacional después de la pandemia
viernes, 1 de mayo de 2020
¿Cómo será el comercio internacional después de la pandemia?
Hasta el momento en que se detecta en Wuhan el inicio de la pandemia, el comercio internacional tenía como paradigma el criterio de la eficacia en la producción, que supone esencialmente que debe fabricar aquel que lo haga a menor coste y esto consagra el principio de globalización que supone, a mi juicio, la deslocalización de los centros de producción en una búsqueda de la mayor rentabilidad y por lo tanto eso aboca a producir allí donde los costes sean menores, en aras de la obtención del mayor beneficio.
Es cierto que la globalización basada en este criterio ha propiciado el mayor desarrollo económico que ha conocido el mundo desde su comienzo, pero no hay éxito sin fracaso ni triunfo sin secuela, y la secuela de esta escalada globalista ha aparecido descarnada en la crisis del COVID-19 cuando las naciones occidentales se han dado cuenta que para combatir a esta pandemia iniciada en China dependían de China para su suministro de equipos de protección y medicamentos, y que el criterio de eficacia basado en el abaratamiento de costes acarreaba también deficiencias en los suministros, retraso en los mismos, en suma mayor dependencia del causante de la pandemia y desprotección inmediata frente a la misma.
Y como siempre que una secuela afecta a alguien este se protege en un halo de nacionalismo y autarquía que se resumiría en aquella famosa frase de las mesnadas castellanas en la guerra contra el invasor musulmán, “SANTIAGO Y CIERRA ESPAÑA”, si este axioma se aplica a la economía mundial el resultado es una ola de proteccionismo que recorre el mundo occidental a mayor velocidad que la pandemia.
Ha tenido que ser un virus el que haga despertar al mundo de que llevar la globalización y la maximización del beneficio hasta sus últimas consecuencias no es gratis, y tiene secuelas que antes del virus se concretaban esencialmente en un mayor nivel de paro en aquellos países como España, que por su estructura económica eran más dependientes de la globalización, que buscaban el menor coste de la mano de obra en países como China y entregaban su producción en este caso al mejor postor de precios bajos, perjudicando a sus conciudadanos que al percibir mayores salarios y beneficios sociales que los naturales de los países productores a bajo coste quedaban expuestos al paro o al subsidio, en un porcentaje en la mayoría de los casos inasumible, pero enmascarado en un incremento del estado de bienestar que permitía por sus precios el acceso a numerosos productos, que de haberse fabricado en España o en Europa serían más onerosos y por tanto menos accesibles, pero ¿serían de mayor calidad?.
No es esta la única secuela que deja la globalización, las compañías occidentales se benefician de costes más reducidos y por lo tanto mayores beneficios al comprar los productos en ese mercado globalizado, pero el verdadero beneficiario es el productor que debido a sus ínfimos costes esencialmente de mano de obra, puede amasar una gran fortuna que luego invierte en occidente, controlando gobiernos a través de la deuda pública y manejando los resortes financieros de los países occidentales, por no hablar de las injerencias en el mercado inmobiliario y otros esenciales.
Si ahora la ola de proteccionismo se convierte en un tsunami ¿qué consecuencias tendría para el comercio mundial?
Lo primero que debemos decir es que pasar de la globalización a la autarquía no es posible hacerlo de forma inmediata sin despertar una guerra de intereses que se llevaría por delante decenios de prosperidad.
Lo aconsejable sería no adoptar de forma imprudente criterios proteccionistas inmediatos, que ya sabemos las consecuencias incluso bélicas que tuvieron en tiempos no muy lejanos, pero sí buscar soluciones que adecúen el beneficio en márgenes no desorbitados con la proximidad y el abastecimiento de productos que no dependa de escaso número de productores lejanos y no excesivamente transparentes. Debemos aprender de esta pandemia a que no todo es el beneficio, sino que debe establecerse la primacía de salvaguardar la ejecución de nuestras decisiones y no depender en remoto para aplicarlas, porque siempre estaremos en manos del suministrador del beneficio y eso no es riqueza, son migajas de dádivas incluso a veces muy jugosas pero que no dependen de nuestra decisión ni nuestro esfuerzo.
¿Qué hacer pues? ¿Cómo compaginar beneficio con empleo? Con independencia en la toma de nuestras decisiones y ¿cómo salvaguardar nuestro abastecimiento vital sin poner en riesgo los principios básicos del comercio y la empresa?
Para producir los bienes, debemos empezar por la producción de aquellos bienes estratégicos referidos a sanidad, abastecimiento de productos básicos, bienes de primera necesidad alimentaria o existencial, y continuar con aquellos bienes cuya producción arrastra el establecimiento de industrias subsidiarias de los mismos, siendo los últimos bienes en protagonizar esta desescalada de la globalización a ultranza, los bienes de lujo y los que pueden tener sustitutivos.
¿Pero cómo soslayar el escollo de los costes?
En primer lugar, debe existir una concienciación de la población en pagar más por los bienes cuya producción rescatemos en aras de una mayor calidad, y de sobre todo una mayor seguridad en su avituallamiento.
En segundo lugar, debemos paliar la diferencia de costes salariales entre los bienes producidos fuera de nuestro entorno y cuya producción ahora queremos recuperar.
¿Cómo hacerlo?
No podemos adecuar nuestros salarios ni nuestra jornada de trabajo a los de aquellos países cuya legislación laboral permite sueldos bajos con jornadas exhaustivas, debemos pues jugar con otras variables que atenúen el impacto salarial.
¿Qué variables?
1. Unos ratios de productividad alcanzables. 2. Una cooperación regional que permita, por ejemplo, al entorno de la UE producir aquellos bienes en aquellos países de la UE que se especialicen en su fabricación, creando mecanismos dentro del seno de la UE que distribuyan las producciones y garanticen el acceso a las mismas a todos los países miembros, siendo el reparto equitativo con unos parámetros de fabricación uniformes, que ya existen en el seno de la UE, y evitando duplicar costes realizando estas producciones en aquellos territorios mejor dotados para las mismas. 3. Facilitando a las empresas el acceso a estructuras de suelo barato para su instalación, transporte para sus productos a precios asequibles, ya que esto puede lograrse por el incremento del transporte que supondría esta nueva política industrial. 4. Eliminación de las trabas burocráticas para el establecimiento de empresas con criterios igualitarios en todos los países de la UE, lo que podríamos denominar, el marco único de creación de empresas con los mismos requisitos en todos los países de la UE y la misma velocidad en la eliminación de barreras administrativas, tanto nacionales como locales. 5. Es imprescindible, si queremos que la UE permanezca en el tiempo, una armonización de las políticas fiscales en todos los países miembros, que elimine las abismales diferencias que existen, por ejemplo, entre Irlanda y España. Ya que de lo contrario propiciaríamos una escalada de ofertas fiscales ventajosas entre países miembros que nos llevaría a la restricción del comercio y al establecimiento industrial propiciando un proteccionismo que a la larga ya sabemos que resultados otorga a los países. No se trata de uniformizar por decreto sino de armonizar, teniendo en cuenta las características y singularidades de cada país de la UE. 6. Unos parámetros de contención del gasto publico superfluo que evite que algunos países realicen gastos ideológicos desmesurados que obligan a aumentar la presión fiscal con el fin de destinarla a gastos corrientes y no de inversión en estructuras, rearme tecnológico, creación de empresas. Los gastos del estado deben servir para sentar las bases de un desarrollo empresarial que fomente la creación de riqueza y de puestos de trabajo estables, y esto por sí solo generará los ingresos necesarios para el sostenimiento del estado de bienestar, que sí serán gastos corrientes pero finalistas, y que repercutan directamente en los ciudadanos y en su dignidad laboral alejando el cáncer de los subsidios y las subvenciones que solo enmascaran la pobreza y la convierten de temporal en perpetua. 7. Creación de fondo de reserva bancario en el Banco Central Europeo que permita paliar las consecuencias de crisis como la que estamos viviendo del COVID-19, pero que no puede ser el recurso de gobiernos manirrotos para traspasar sus gastos desmesurados e improductivos al resto de los países de la UE, y lo que es peor a las generaciones futuras. Este fondo de reserva sería también la vacuna contra amenazas financieras procedentes de países, que sin respetar las reglas del mercado traten de asaltar nuestras finanzas e influir en nuestro estado del bienestar. 8. Propiciar de forma decidida el desarrollo tecnológico de aquellas industrias que deban geolocalizarse de nuevo en la UE, con el fin de abaratar costes mediante una mayor automatización de las mismas, creando el espacio tecnológico europeo que permita el compartir los avances tecnológicos de cualquier país, siempre salvaguardando sus derechos pero permitiendo que ese desarrollo tecnológico sirva al desarrollo de otros países de la UE y que el inventor perciba cánones o royalties justos que le compensen su creación y el mantenimiento del sofware para su aplicación mediante la creación del espacio de patente europeo con una regulación uniforme en todos los países de la UE. 9. El acceso a energía barata, rebajando el coste de la misma esencialmente mediante la reducción de impuestos a la energía destinada a procesos industriales y, sobre todo, con unos tipos impositivos muy bonificados durante un tiempo a aquellas empresas que se localicen de nuevo en la UE y que antes hubieran producido en países terceros. 10. Creación de un marco jurídico empresarial único en la UE y que no sea objeto de interpretación o aplicación discrecional por los gobiernos de los estados miembros, en aras de conseguir una seguridad y estabilidad jurídica que propicie el regreso de las empresas y el establecimiento y creación de nuevas. |
Conclusión
He tratado de exponer algunas ideas o sugerencias no para caminar hacia la autarquía europea sino para garantizar el desarrollo del comercio en la UE, los suministros esenciales, la independencia con respecto a terceros no muy fiables y crear el entorno de riqueza que permita mantener nuestro estado del bienestar y nuestra idea de la democracia.
Pero todo esto solo es posible con una UE distinta, con un enfoque menos burocrático-tecnócrata alejado de las necesidades reales que mantiene numerosas instituciones cuando no inútiles demasiado engordadas que legisla a veces con un desconocimiento de la realidad de campo y que se pierde en confrontaciones inútiles norte-sur y en la postura de algunos países que quieren más Europa con la boca chica y con la grande quieren más Francia, Holanda, España y así todos los países que conforman la UE.
Ahora existe otra postura que es fuera Europa volvamos a los Estados y esta no es una postura ajena hoy a la sociedad europea producto sin duda de que la Europa Comunitaria no ha logrado cubrir las esperanzas de los ciudadanos europeos.
Yo siempre he creído que la unión hace la fuerza pero si esa unión es solo para añadir a los estados europeos uno más que sería la propia UE con su casta político-tecnocrata, sus organismos y sus decisiones alejadas de la realidad de los estados bienvenida sea su disolución pero no olvidéis que los estados también pueden subdividirse y las cuidades como en la Italia de las ciudades-estado y los pueblos y sus pedanías y regresaríamos a la organización tribal y a la perfecta autarquía.
El futuro del comercio internacional camina en la dirección de reducir la globalización a ultranza y disponer en los estados o en las organizaciones supranacionales versus UE de alternativas de producción de aquellos bienes esenciales y de aquellos en los que la tecnología y las facilitaciones ya especificadas de los estados puedan competir con los hasta ahora producidos en mercado mas baratos pero menos fiables a largo plazo.
Creo que nos dirigimos a una nueva dimensión y planificación del comercio internacional con un recorte de al menos un 15-20% de los criterios actuales de localización de la producción y un acercamiento de esta a mercados y productores de un entorno más próximo cuando no del propio estado.
¿Cómo controlar la entrada de productos originarios de esos mercados baratos que pueden impedir un desarrollo de la industria en cada uno de los países de la UE?
Disponer una elevación desmesurada de aranceles no impide, a mi juicio, la entrada de esos productos a precios ínfimos ya que por mucho incremento del arancel que se dispusiera es tan bajo el parámetro de la base sobre la que se aplicarían que no disuadiría su entrada en la UE, es necesario acudir a otras medidas no arancelarias que no son lejanas en el tiempo, piénsese en los contingentes, en las licencias de importación, en los parámetros de calidad, por ejemplo, del SOIVRE que aplicados de forma racional servirían para regular el flujo comercial de tal forma que no disuadiera el establecimiento de industrias de producción de esos productos en la UE.
Contar con legislaciones acordes, que faciliten el establecimiento de industrias en la UE cuyo capital sea enteramente de sociedades radicadas en la misma UE, lo que nos devolvería el control de nuestro tejido industrial evitando la entrada de capital no deseado de esos mismos países de los que ahora nos pretendemos independizar comercialmente en alguna manera.
¿Es el principio de una ola de autarquía?
Eso en 2020 es impensable, pero sí podemos asistir en los próximos años a una nueva geolocalización de las producciones con lo que esta nueva política arrastraría a los transportes, servicios etc., creando un nuevo orden mundial del comercio para el que Europa y España en concreto debe prepararse.